La mayoría de los seres humanos alguna vez en la vida han sentido envidia.
El bien ajeno, la supuesta suerte, la belleza, el dinero, la posición social, las profesiones, los bienes materiales, un excelente esposo, atraen la envidia de muchas mujeres o personas.
Ahora las mujeres más que los hombres tienden a sufrir mucho de este mal, que es angustiante y que desea el bien que las demás poseen. La envidia hace sufrir, enferma y hasta puede acabar con la vida de quien la padece.
"El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos" Proverbios 14:30
La envidia produce esclavitud, es dolor y desdicha por no tener lo que la otra tiene, hace más daño al que la siente, que al que se le tiene. Se dice que es un sentimiento o un estado mental, pero la palabra de Dios nos dice que este mal sale del corazón de los seres humanos.
El mundo le llama pecado capital, porque rompe con el amor al prójimo que proclama Jesús. Otros por allí dicen: "Me dio envidia de la buena" -¡Falso!- la envidia siempre es algo malo.
La envidia atrae otros pecados como la rabia, ira, celos, también produce estrés, tristeza, decaimiento, sufrimiento, culpa, angustia, quita el sueño, no se trata de algo muy normal como muchos lo quieren hacer ver, es un problema muy serio que cuando se aloja en una vida, es bien complicado de sacar por iniciativa propia. También hay envidia por la paz y la tranquilidad de los demás, es decir, que no tiene limites.
"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece..." 1 Cor. 13:4
Querida amiga; si sufres de este mal reconócelo, no lo ocultes ni lo sigas alimentando permitiendo que te haga daño y te cause otros problemas en tu vida robándote tu tranquilidad. Aprende a desear y a alegrarte por el bien de las demás personas y alégrate con lo que tienes, supérate, sal adelante y no te enfoques en el mundo ni en las personas, enfócate en Dios y el te ayudará a salir adelante y te dará todo lo que necesitas.
Acércate a tu Dios y reconoce a Jesús como tu único redentor y salvador personal, él te enseñará a amar a tu prójimo y a alegrarte por la prosperidad y bendición de otros, él te mostrará que siendo hija de Dios el mal que te hacía sufrir y te asechaba se irá de tu vida, dándote plena libertad y alegría para adorar a tu Señor y salvador y aprender a vivir limpia de pecado, dándole gracias continuamente por mostrarte lo que realmente vale en la vida, que no es lo que los demás tienen, sino la salvación del alma por medio del Hijo, la adoración al Padre y todas las maravillas, la paz, y las bendiciones que solo él brinda y el privilegio que conocer a Jesús y tener un Padre Celestial, nunca olvides que desde el momento que le entregas tu corazón a Cristo ¡Con él lo tienes todo!
Oremos:
Señor Jesús; ayúdame a no ser envidiosa, perdóname y quita el mal que hay en mi corazón, límpiame y enséñame todas tus maravillas y tu amor, para vivir en paz...
En nombre del Señor Jesucristo. Amén!