A una gran mayoría de personas no les gusta que los llamen pecadores; ese título de mal gusto los enfurece y ofende. Pero Dios, que es nuestro hacedor, el que nos deja por escrito la historia de la humanidad y nos hace saber que desde un principio el hombre transgredió su voluntad y le desobedeció, dejándose llevar por sus propios deseos y deseando ser igual a Dios, rechazando su ley y mandatos y abriendo una enorme puerta al mal, representado por Satanás, que desde ese momento empezaría a introducir el mal en todas las generaciones, lo que nos hizo pecadores.
Muchas veces, a través de los
terribles sucesos de la historia de la humanidad, el hombre se ha preguntado:
"¿Dónde está Dios?" "¿Por qué Dios deja que pasen estas cosas?
La tierra también fue afectada
por el pecado y la maldad del hombre y no tiene límites. Tanto la humanidad
como la tierra claman y necesitan a su Salvador y Redentor. Todo el globo está
influenciado por el pecado, y en él opera al que Dios llama el enemigo de
nuestras almas. Satanás no quiere que ninguno se salve y cada día arrastra más
y más hombres, mujeres y niños a hacer todo lo contrario de lo que Dios nos
demanda, influenciando a las naciones a que saquen a Dios de sus vidas,
eliminen su palabra y rechacen a Jesucristo como Salvador. Confunden a todos
para que tomen caminos errantes que no acercan al hombre a Dios, sino que los
alejan y los apartan de su gloria eterna, causando así la muerte espiritual de
todas las personas. Romanos 3:23: "Por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios".
Todos somos pecadores y el pecado
nos ha apartado de nuestro creador, de nuestro Padre Celestial; porque Dios no
es Dios de mal, sino de bien. No es Dios de destrucción, dolor, tragedia, sino
Dios de edificación. Tampoco es separación, sino unión, orden y familia. No es
un Dios de la mentira, sino de la verdad. No es un Dios de tristeza, amargura y
odio, sino de alegría y regocijo. No es infidelidad, necesidad, enfermedad,
ruina, chisme, murmuración, brujería, adivinación, pornografía, hipocresía,
idolatría, ni homicidio, tampoco venganza. Es un Dios de amor y redención.
Más bien, él es la fuente de lo
perfecto, del verdadero amor. De la vida en abundancia. Es un Dios de
bendición, Dios de milagros, de poder. Es el único Dios Eterno, Rey. El
Todopoderoso, quien purifica a los hombres y mujeres y niños por medio de
Jesucristo para que sean libres del pecado, libres de Satanás y del mal que
mora en todos nosotros. Solo él puede librarnos de la rebelión y desobediencia
que hay en nuestros corazones, para que seamos nuevas criaturas, renovadas y
santificadas por el poder de Dios, para hacer lo agradable y bueno ante sus
ojos. Isaías 43:25: "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí
mismo, y no me acordaré de tus pecados".
Jesús muere para vencer y entregarnos una impagable e inmerecida victoria, resucitando al tercer día, porque él era santo y no había pecado en él. Jesús tomó nuestro lugar y pagó la cuenta que teníamos pendiente con Dios. Solo Jesucristo nos justifica ante el Padre del Cielo; él es el único mediador entre Dios y los hombres. Confesemos nuestros delitos y pecados ante Dios, reconozcamos que le fallamos a cada segundo, seamos de corazón humilde y vayamos ya a arrepentirnos ante el Señor. Nadie más nos puede perdonar los pecados, solo Jesucristo, porque fue él quien tomó nuestro lugar y solo él puede hacernos libres del maligno, libres de la esclavitud del pecado y purificar nuestras almas y dejarlas como él nos lo promete, ¡blanca como la lana!
Mujer, cuando te arrepientes de
tus pecados ante Jesucristo, la paz de la salvación entra a tu vida y transforma tu corazón porque eres
reconciliado con Dios. Por él somos santificadas y reconciliadas con el Padre, él nos da una estadía eterna en el Reino de Dios.
¡Aleluya!
Isaías 1:18: "Venid
luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana"
