Ezequiel 11:19 "Y les daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne".
Yo creo que estas son buenas
noticias del cielo para nosotras. Es una promesa de restauración y renovación
de Dios para su pueblo, y nos dice: "Y les daré". ¿Quién envía la
promesa? Nada más y nada menos que el mismo Dios, aquel que es fiel a su
palabra y no miente.
"Les daré un corazón nuevo y
un espíritu nuevo". ¿A quién no le gusta lo nuevo?, pero la promesa
también nos asevera que, antes, tiene que "quitar" el corazón de
piedra para darnos un corazón de carne, tierno, suave y sensible a su presencia.
En el Nuevo Pacto en Cristo
Jesús, esta promesa está vigente, "porque con el corazón se cree para
justicia" y es aquí donde empieza el cambio y la transformación cuando
entregamos nuestro corazón y nuestra vida a Jesucristo y le creemos; justo allí
empieza la cirugía espiritual, el cambio de corazón, unida a que Dios muda
nuestro espíritu y nos da también un espíritu nuevo conectado y ensamblado con
el Espíritu Santo de Dios. El corazón no es el músculo físico, sino el
espiritual, donde están tu voluntad, actitudes, acciones, pensamientos,
palabras; es el motor principal que muestra lo que somos, con el cual nos
movemos y el que debe vivir y adorar a Dios.
El corazón de "piedra"
debe ser quitado de nosotras, removido. Un corazón de piedra solo lo puede
cambiar Dios. La piedra es dura, sin emociones, sin conocimiento, sin voluntad,
y esta puede representar la dureza de un corazón. El corazón duro puede estar
lleno de pecado, de iniquidad, incredulidad, enfermo, perverso, con traumas;
nada le importa. Es moribundo, que no sabe a dónde va, tiene doble moral. Es
fácilmente influenciado, idolatra, desobediente, miserable, de baja estima o
altivo. Puede ser mentiroso, rencoroso, orgulloso, lleno de enojo o de ira. Es
un corazón dolido y sucio ante la presencia de Dios. Pero gracias al Eterno que
en su misericordia y por medio de nuestro Señor Jesucristo, que puede cambiar
nuestro viejo y duro corazón por uno nuevo, para que este sea acepto ante él.
"Bienaventurados los de
limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt. 5:8 La palabra de Dios
lava nuestro corazón y lo transforma, tomado de la mano del Espíritu Santo de
Dios, quien empieza a moral en nosotras y desde lo más profundo de nuestro ser
saca lo feo y lo malo y coloca el bien y lo bueno, un propósito y buenas obras
para agradar a Dios, haciendo una transformación única, visible ante los
hombres, dándonos vida y vida en abundancia como Jesús lo prometió.
Veamos este versículo: Luc. 6:45
"Una persona buena del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, una
persona mala del mal tesoro de su corazón saca lo malo" Entonces lo que
tengamos en el corazón determina nuestras actitudes. Sigue diciendo:
"...Porque de la abundancia del corazón habla la boca" Nos queda
claro que nuestras palabras, actitudes y decisiones muestran lo que llevamos
dentro, sea bueno o sea malo.
Dios en este caso les hablaba a
los cautivos de Israel que se encontraban en Babilonia; hoy nos habla a
nosotras por medio de su Espíritu, de su palabra, a todos aquellos que están
cautivos por el diablo, por el mundo, en el pecado. En la ignorancia, en las
tinieblas, en la mentira.
Su promesa era quitar las
abominaciones, la idolatría, la iniquidad que su pueblo tenía; hoy nos promete
lo mismo, quitar el pecado, la iniquidad, los falsos dioses, filosofías
paganas, religión, la idolatría, rebeldía, rebelión.
Perdonarnos para darnos la
salvación, acercarnos y reconciliarnos con nuestro Padre Celestial y poder entrar ante su presencia, limpiarnos de
toda maldad y lavarnos con su palabra, ríos de agua viva en nuestras vidas,
literalmente cuando nos arrepentimos de todos nuestros pecados y nos entregamos
al Señor con todo nuestro corazón, pues este empieza a ser cambiado, tratado,
limpiado, purificado, transformado para así poder tener un corazón lleno de su
Espíritu, con un espíritu nuevo y agradable a Dios.
Veamos lo que sale del corazón:
Mateo 15:19 "Porque del corazón salen los malos pensamientos, los
homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos
testimonios, las blasfemias". Cuando nuestro corazón está alejado de Dios,
no es confiable, es engañoso, malvado, maquina el mal y nos hace caer. El
corazón busca siempre ser lleno de algo y le gusta buscar su propio placer; al
final del camino, solo se siente vacío, perdido y lleno de remordimiento.
Proverbios 4:23 "Sobre toda
cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida". Lo que
tienes por dentro dice quién eres y se muestra en tus acciones, en tus palabras
y en tu forma de vida. Eres tú quien tiene que cuidar y proteger lo que entra
en tu ser. Es tiempo de renunciar al pecado que habita dentro de ti, renunciar
al duro, terco y enfermo corazón y entregárselo al Señor Jesucristo; él te ama
profundamente, y no te juzga.
Quizás la vida ha contaminado tu
corazón, te han dañado y herido, y estás llena de traumas, pero no seas esclava
del mal, ni del pasado; ven a él y él llenará tu corazón y te dará un corazón
de carne, dócil y tierno para amar al Señor, lleno de su paz, obediente para
hacer buenas obras; lo llenarás de su palabra, el Consolador puede
transformarte "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios" No temas y ven a Jesús.
Mateo 9:17 dice: "Nadie echa
vino nuevo en odres viejos" El Espíritu Santo es simbolizado como un vino
nuevo; somos templos del Espíritu Santo y Él saca cualquier espíritu de las
tinieblas que esté en nosotros. Destruye las maldiciones, doblega la voluntad
de nuestro espíritu y nos da un espíritu dócil, libre, santo, puro, limpio.
Lleno de su presencia y de su amor. Obediente a su palabra, con fe en sus
promesas. Fiel y perseverante.
¿Qué tenemos que hacer nosotras?
Solo tenemos que entregarnos sin reservas y creerle a Dios con todo nuestro
corazón. Anhelar la sanidad y dejarlo obrar en nosotros para convertirnos en
nuevas criaturas hechas para adorar al Señor con un corazón puro y con un
espíritu nuevo, con la fe siempre puesta en Cristo Jesús. Tú no puedes hacerlo
sola, pero Dios puede y quiere hacerlo contigo; confía en él y él lo hará.
Ora conmigo: Señor Jesús, hoy te
entrego mi corazón, entra en él. Te pido perdón por todos mis pecados, destruye
la iniquidad que hay en mí. Sana y limpia mi corazón, quita todo lo que te
desagrada de él. Arranca el dolor, el rencor, la maldad, y dame un espíritu
nuevo. Purifícame, y derrama de tu Espíritu en mí. Renuncio al corazón de piedra. Señor Jesús, quiero agradarte. En el nombre de Cristo Jesús. ¡Amén!
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