Efesios 6:12 "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".
La guerra espiritual es una
completa realidad en este mundo. Y lo es para todos los seres humanos, pero hay
que dejar muy claro que esto no se trata de una pelea entre Dios y el Diablo;
el Diablo no es un contrincante para Dios, como se ha hecho creer o como
algunos lo entienden. Dios creó a un hermoso y perfecto Querubín el cual luego
desarrolló maldad en su interior, quiso sentarse en el trono de Dios y ocupar
su lugar y, por su orgullo y rebelión, fue echado del cielo y se convirtió en
el Diablo o Satán.
Él ahora habita en tinieblas;
Dios es y está por encima de Satanás, sin comparación, y este le debe total
obediencia por su condición de ser creado, así que Dios es la máxima potencia
por encima de toda la creación y todo lo que existe; él es el Todopoderoso
Dios, omnipresente, omnisciente, omnisapiente; todo es de él y para él.
Satanás no tiene ninguna de estas
cualidades; el problema del diablo, y con lo cual él busca ir en contra de lo
creado y de las leyes de Dios, y a quien él realmente odia es a todos aquellos
que están creados a imagen y hechos a semejanza del mismo Dios. Lo podemos
observar desde el Génesis con Adán y Eva, cómo la serpiente, que era el mismo
diablo, llevó a pecar a Eva y esta acción los alejó de la presencia de Dios.
Satanás y todos los ángeles caídos odian a muerte al hombre, a la mujer y a
toda su descendencia a través de todas sus generaciones, y es por eso por lo
que busca robarlos, matarlos, destruirlos y mantenerlos esclavos del pecado,
alejándolos de la presencia de Dios. De esta forma, creo que podemos entender
de dónde procede la guerra espiritual entre el género humano y el diablo.
Ahora, démosle una sencilla
mirada a lo que sucede en el mundo espiritual y cómo todo cambia cuando
nosotros reconocemos a Jesús de Nazaret como nuestro único Señor y Salvador y
lo proclamamos nuestro Rey soberano. Entonces sucede que estamos renunciando
formalmente a un reino caído lleno de pecado, maldición y muerte liderado por
Satanás, y ahora estamos entramos al Reino de Dios y de Luz liderado por Cristo
Jesús, el Hijo del Dios viviente lleno de perdón, santidad, libertad y vida,
quien pagó un precio de sangre en la cruz para liberar nuestras almas del
pecado y de la muerte eterna; estamos rociados con la sangre de Cristo y el
Espíritu Santo de Dios nos selló y está con nosotros.
Entonces esto se hace una
realidad visible, real y palpable en el mundo espiritual; ahora cambia nuestro
estatus, y podemos ser más espirituales por causa de dones o regalos entregados
por el Espíritu Santo, y aquel a quien antes le servíamos puede detectar todo
esto y se vuelve nuestro gran y feroz enemigo. Entonces se desata un conflicto
entre un ser con un reino aceptado y triunfante y un reino renunciado y caído,
un reino de tiniebla y un reino de luz.
Entonces vuelvo a aclarar, ni el
Padre, ni el Hijo, ni el Espíritu Santo tienen una guerra espiritual con el
diablo, somos nosotros los seres humanos, los creyentes quienes tenemos una
lucha y una guerra espiritual y sobrenatural contra los poderes, las estrategias
y la maldad de satanás, aún algunas corrientes de creyentes no lo creen o no lo
apoyan porque dicen que ya Cristo venció a satanás y nos libró y sus promesas
son una realidad en nuestras vidas y eso es una verdad absoluta, pero el
problema aquí no es Jesucristo y su obra y sus promesas, Jesucristo venció a
Satanás y eso no tiene discusión, el problema en este punto somos nosotros
mismos, y todo radica en cuál es la veracidad y totalidad de nuestra entrega a
Cristo.
Si dejamos el pecado que mora en
nosotros, la falta de identidad que aún tenemos, el perdón y perdonar, el
desconocimiento de quienes somos como hijos de Dios, las obras de la carne que
nos dominan, la legalidad que en plena voluntad le dimos a los demonios por
causa del pecado, las maldiciones que arrastramos y sus prácticas que en
oportunidades no sabemos dejar, las brechas por donde aún los demonios pueden
entrar y sabotear y las trampas que el enemigo siempre va a poner para que
nosotros caigamos o retrocedamos en nuestra fe, entre muchas otras razones, la
obra de Cristo es perfecta, pero nosotros pasaremos por un proceso de libertad
y crecimiento, todo va a depender de nuestra entrega absoluta y no a medias, la
sumisión al Espíritu, la obediencia a la Palabra de Dios, y la más complicada
es morir a nosotros mismos, aunque espiritualmente ya tenemos una posición,
naturalmente en la carne todavía luchamos y cerramos brechas, somos niños
espirituales en crecimiento.
1 Pedro 5:8 ¡Alertas! Cuídense
de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como león rugiente,
buscando a quién devorar".
Tenemos un enemigo, un
adversario, una lucha contra poderes demoniacos de las tinieblas. Satanás es
llamado el príncipe y el dios de este mundo y debemos cuidarnos y resistirle a
él; el versículo dice: "Cuídense" "Anda buscando", así que
podemos escóndete en Jesucristo, no somos huérfanos, somos hijos del Dios
viviente y no estamos solos ni desamparados en esta guerra.
Jesús venció a Satanás y nos hizo
más que vencedores con él, y él nos dejó herramientas para vencer al enemigo,
primeramente, las Escrituras, que es la verdad escrita de Dios. El Espíritu
Santo y su poder en nosotros, la autoridad delegada de Jesucristo para los
creyentes en contra de las tinieblas, la armadura espiritual de Dios que
incluye salvación, justicia, verdad, fe, palabra, oración. Tenemos una nueva
identidad en Cristo Jesús, los frutos del Espíritu, congregarnos, ángeles,
entre mucho más.
Juan 8:32 “Y conocerán la
verdad y la verdad los hará libres"
Hay un proceso y un crecimiento
personal entre la entrega y el conocimiento de la verdad de las buenas nuevas
de salvación de la doctrina de Jesucristo que nos hace libres, rompe las
cadenas del pecado, destruye la cautividad, nos enseña lo que antes no sabíamos
acerca de Jesucristo y sus mandamientos.
Reconocer nuestras verdades y
condición también nos da libertad. Mientras somos transformados y morimos a
nuestras pasiones y deseos y vivimos para el Señor, mientras nuestra fe se
fortalece y ya no somos como niños, mientras dejamos nuestras prácticas idólatras
y paganas, cuando aprendemos a resistir y a huir de las trampas del diablo,
porque siempre en este mundo tendremos luchas. El enemigo nos conoce, y trata
de sabotear nuestra fe y busca apartarnos del camino de la verdad para que
nuestra alma se pierda. Jesús dijo: “En este mundo tendrán
aflicciones, pero confiad, yo he vencido al mundo”. Tenemos que perseverar,
seguir adelante y, como dijo el apóstol Pablo, culminar la carrera de la fe en
Cristo Jesús.
Santiago 4:7 "Resistid
al diablo y huirá de vosotros".
También podemos ver que uno de
los nombres de Dios es "Jehová de los ejércitos", somos el ejército
de Dios. En el Antiguo Pacto podemos ver la oposición y la persecución que el
pueblo de Dios, sus líderes, sus reyes y profetas tenían. El enemigo quería
apartarlos de Dios, engañarlos, matarlos y alejarlos de sus mandamientos para
que adoraran falsos dioses, y entraran en prácticas abominables.
En el Nuevo Pacto se nos advierte
que tenemos un enemigo, un acusador y perseguidor; el fin de Satanás siempre va
a ser el mismo: apartarnos de Dios con maldad y engaños y usando cualquier
artimaña o nuestros propios deseos, maldad e ídolos, para que caigamos en su
trampa y nos desenfoquemos de Dios. Pero no podemos poner los ojos en las
tinieblas, en los hombres, en nosotros mismos, en el mundo o en nuestra propia
razón. Tenemos que resistir el pecado y Satanás se irá de nuestras vidas.
La guerra espiritual es
completamente real, pero sí podemos vencer; lo primero es creerle a Dios y
crecer en Dios y fortalecernos en Jesucristo, en obediencia y amor, apartarnos
del pecado y consagrarnos al Señor. El Espíritu Santo, el Consolador, es nuestro
ayudador; él nos guiará a toda verdad y nos llevará cada día a los brazos del
maestro. En cada lucha con el enemigo tendremos la estrategia y venceremos, en
el poderoso y precioso nombre de Cristo Jesús.
Recordando cada día que nosotros
fuimos hechos no para pelear con los poderes demoniacos, fuimos hechos y
llamados para adorar con todo nuestro corazón a nuestro amado, el vencedor, Rey
de reyes y poderoso Señor y Salvador Jesucristo, y es a él que le debemos toda
gloria, honra, honor y majestad. Toda nuestra atención sea para él; adorándolo
a él también ganamos nuestras batallas. Sigue adelante; todo nos ayudará para
bien.
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, para los que conforme a su propósito son llamados. (Rom. 8:28)


















