jueves, 11 de septiembre de 2025

EL QUE HABITA AL ABRIGO DEL ALTÍSIMO

 


Salmo 91:1 “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombre del omnipotente”.

La palabra habitar y morar nos habla de vivir, residir en un lugar. El abrigo simboliza el amparo de Dios, su protección y cuidado. La sombra es la cobertura que nos da nuestro Dios y Padre, quien es potencia y poder. Él todo lo sabe, todo lo puede y todo lo ve. El gran Yo Soy. El Altísimo, es aquel que nada ni nadie puede superar, ni alcanzar, solo él lo puede llenar todo. En mi rendición y lealtad a él decido habitar y hacer de él mi morada permanente.

El término "Dios Altísimo" enfatiza la suprema autoridad, poder y supremacía de Dios sobre toda la creación. Él está por encima de todo, un Dios digno de adoración y respeto. Los hebreos lo identifican con el nombre: El Elyon, que significa "el más elevado" y refleja la naturaleza alta y sublime de Dios.

Para nosotras:

Él es Refugio y Protección: Este Salmo comienza con una poderosa declaración sobre la seguridad que podemos encontrar en Dios. "Habitar al abrigo del Altísimo" implica una relación íntima y permanente con nuestro Padre. Él es mi refugio, mi protección divina en medio de las dificultades peligros, ataques, pruebas y tentaciones de la vida. Sea cual sea la prueba, refúgiate en él.

Yo confió en la Sombra del Omnipotente: "Morar bajo la sombra del Omnipotente" es una metáfora de la protección y su cuidado constante. La sombra habla de amparo, frescura y seguridad. La invitación es para que, confiemos plenamente en el poder y en la presencia de Dios, teniendo fe en que Él no miente, así que nos protegerá en todo momento. Por eso y más, yo decido confiar en él y meterme bajo su fresca sombra.

Decido tener una Relación Personal con Dios: Los Judíos le atribuyen este salmo a Moisés, otros estudiosos dicen que es anónimo. Lo más importante es que, en él se enfatiza la importancia de una relación personal con Dios. Al "habitar" y "morar" en Él, establecemos una conexión profunda, pero también familiar. Esta relación de confianza y dependencia es la clave para experimentar la protección y el consuelo que Dios nos ofrece. Por eso, decido tener una relación personal con mi Señor y Salvador Cristo Jesús, y desde su persona se activarán las promesas de Dios.

Somos hijos del Dios Altísimo, él es nuestro castillo, el Dios en quien hemos confiado. Tenemos que permanecer bajo su cobertura. Más adelante, nos asegura que nos librará del lazo del cazador, de la peste destructora, del terror nocturno, de saetas, pestilencias, mortandad, plagas; este es un salmo poderosísimo, si nosotras habitamos en él podemos proclamarlo y recibir las promesas que nos aseguran que nos librará de las amenazas del mundo, de nuestros enemigos y de nuestro adversario el diablo.

Él responde a nuestra confianza. Es por eso, que al final hablando con su siervo responde: Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo lo libraré, le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Llevamos su marca, somos templo del Espíritu Santo, él habita en nosotras y nosotras habitamos en él, hemos reconocido su nombre en la tierra de los vivientes. Jesús de Nazaret es “Enmanuel, Dios con nosotros” Él nos da identidad y protección, le amamos, aunque él nos amó primero. Nosotras sabemos en quién hemos creído.

Creceremos en él y con él. Veremos su majestad y le alabaremos, exaltaremos su nombre y proclamaremos su misericordia en las naciones. ¡Amén!


Yubisai Suniaga Rada


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