Salmos 51:7 “Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve”.
Según lo que nos relata la
biblia, David escribió este salmo después de que el profeta Natán lo confrontó
por su pecado con Betsabé y por la muerte de su esposo, Urías. Después del
encuentro con el profeta, David se da cuenta de la gravedad de su pecado, y que
no era oculto a los ojos de Dios y se sintió profundamente conmovido y
arrepentido.
Con esta historia, el rey David nos deja una gran enseñanza de lo que significa el pecado y sus amargas consecuencias. Pero también nos enseña ha como ir delante de Dios y humillarnos ante él arrepentidas y en busca de su misericordia.
Este salmo es poderoso y revelador,
y todo el salmo nos guía a desnudar el corazón ante nuestro creador y clamar
por su perdón y la restauración de nuestras vidas.
Lo primero que tenemos que hacer
ante una caída, es arrepentirnos con profundidad, lloro, clamor y suplica, reconociendo
la gravedad de nuestras acciones, sin defendernos, excusarnos o culpando a
otros. Admitir en su presencia que le hemos ofendido y que hemos entristecido
al Espíritu Santo. David no intenta justificarse ni minimizar su culpa, nosotras
tampoco debemos hacerlo. Tenemos que quitarnos esa falsa idea de que, “yo soy buena”,
la biblia dice que bueno solo es Dios. Hay que reconocer abiertamente nuestras
maldades, iniquidades, transgresiones, así como la necesidad del perdón y de
que seamos limpiadas. “Purifícame con hisopo y seré limpio”, “lávame”.
Dios es un Dios de restauración, él
anhela restaurarnos, pero nosotras también debemos anhelar ser restauradas para
mantener una comunión abierta con el Señor. Perdonadas, limpiadas y liberadas.
En el pecado le damos parte al enemigo, por eso, es importante pedir liberación
y renunciar a entes de maldad en nuestra vida. Y todo esto lo podemos lograr
con humildad, reconociendo que somos frágiles y que sólo podemos depender de la
Gracia de nuestro Señor. “Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas
mis maldades”.
- 1. Expresión de arrepentimiento.
- 2.
Confesión de pecado.
- 3.
Súplica por el perdón
- 4.
Liberación
- 5.
Restauración de nuestra relación con
Dios.
Todo pecado es una ofensa contra Dios, y las primeras afectadas somos nosotras, así como también podemos afectar a otros, y con ello una gran fractura en nuestra relación con el Espíritu Santo. Tenemos que anhelar un corazón puro y recto. Este salmo es importante aun hoy para todos los creyentes. Dicho esto, pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude espiritualmente a quedar más blancas que la nieve, y que seamos transformadas por el poder de Dios, Jesucristo pagó por todos los pecados de la humanidad, y clavó en la Cruz toda acta de decretos que nos era contraria, en él tenemos redención y por él podemos ser perdonadas. Ven a sus pies, pide perdón y no peques más.
Y, si todavía Jesucristo no es tu Señor y Salvador dile así: "Señor Jesús, entra a mi vida, entra a mi corazón y perdona toda mi maldad y todos mis pecados, me entrego a ti. Inscribe mi nombre en el libro de la vida y guíame con tu Santo Espiritu". ¡Amén!
Efesios 1:7: "En él (Jesús) tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su
gracia".
Yubisai Suniaga Rada
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